El fin último de un sistema de donación y trasplante es otorgar calidad y cantidad de vida a personas cuyo bienestar e incluso supervivencia están condicionados a la donación de un órgano. Además, el número de personas en espera de un trasplante es, desde hace décadas, mucho mayor que la disponibilidad de órganos; diferencia en constante crecimiento. Por tanto, la asignación de un órgano a una persona específica implica una priorización, es decir, establecer un orden de acceso al trasplante, que está basada en valores. Si todo el esfuerzo de un sistema complejo y costoso mide su éxito en el bienestar de las personas que reciben el trasplante, la decisión de a quién dar el órgano, a quien dar años y calidad de vida, se convierte en crucial, y puede tener consecuencias particularmente trágicas para quienes no reciben un órgano.
El objeto de esta línea de trabajo es la disección de la decisión de distribución. Partimos de un análisis comparado de los criterios de distribución usados en los países que más distribuyen del mundo. El fin de establecer una fundamentación ética de la asignación de órganos. Pretendemos con ello responder a la pregunta que inquieta tras la decisión: ¿a quién debemos dar el órgano? y, en términos más trágicos, ¿a quién debemos dejar morir? |
Autores/as:
Joaquín Hortal-Carmona |