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¿Por qué hay controversia en la determinación de la muerte?

12/9/2021

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Unos meses atrás, nuestro compañero Alberto Molina-Pérez escribió una entrada en este blog titulada: Por qué y como revisar la ley sobre determinación de la muerte. Para profundizar un poco más en la definición y los criterios para determinar la muerte, he decidido escribir esta entrada explicándolo someramente.

La muerte encefálica nace como concepto a finales de los años cincuenta y principios de los años sesenta como consecuencia de los avances producidos en las técnicas de reanimación. Estas técnicas conseguían salvar a los pacientes, pero en muchas ocasiones dejaban a estos con secuelas neurológicas severas. 

Por esta razón, los profesionales sanitarios se vieron enfrentados a una serie de problemas novedosos para ellos como, por ejemplo, tener en sus hospitales a un gran número de personas que aun estando legalmente vivas no tenían ninguna posibilidad de recuperación por los fuertes e irreversibles daños que presentaban en su cerebro. El término que los doctores Mollaret y Goulon usaron para referirse a este fenómeno fue el de coma depassé: un estado de inconsciencia irreversible que sería usado durante unos años como diagnóstico para estos pacientes(1).

En 1968, organismos de gran relevancia en el ámbito de la ciencia médica como el del Colegio de Médicos de Francia(2) y el Comité Ad Hoc de la Escuela de Medicina de Harvard para la muerte cerebral(3) elaboraron un nuevo criterio para la determinación de la muerte de una persona que se añadiría al criterio de muerte cardiorrespiratoria: la muerte encefálica. A partir de este momento los individuos hasta entonces diagnosticados en coma depassé pasaban a estar clínicamente y legalmente muertos.

Una de las razones para incluir este criterio es que permitía liberar recursos médicos destinados hasta ahora a esos pacientes para poder usarlos en otros, consiguiendo así optimizar el uso de bienes médicos. Otra, es que permitía declarar la muerte de los pacientes antes de que su corazón dejara de latir (lo cual abría la posibilidad de extraer órganos, incluido el corazón en condiciones óptimas). Por este motivo, la muerte encefálica se convirtió en un elemento fundamental del éxito de los sistemas de trasplantes que cada año permiten salvar la vida de miles de pacientes en lista de espera.

Ahora bien, a pesar de las cuestiones de carácter práctico que este nuevo criterio consiguió mejorar; desde su introducción y posterior aceptación se abrió una controversia en la literatura médica y bioética acerca del significado de la muerte encefálica y de su fundamentación que aún se mantiene abierto(4). 

Las controversias relativas a la determinación de la muerte encefálica se pueden agrupar a grandes rasgos en dos grupos: las discrepancias científicas y las discrepancias morales. Las discrepancias de científicas critican las incongruencias que el criterio de muerte encefálica ofrece en cuanto a, por ejemplo, el concepto de cese irreversible de funciones vitales, el concepto de función en sí, la idea de que la destrucción total del cerebro y el tronco encefálico sea equivalente a la muerte, la incertidumbre en ocasiones manifiesta de los test diagnósticos o el por qué no alargar aún más los parámetros para considerar a alguien como muerto (por ejemplo, hasta la muerte cortical)(5–7).

Por otra parte, las discrepancias morales se justifican fundamentalmente en la idea de que de forma independiente a las divergencias científicas, hay razones morales –religiosas, culturales o sociales– que deberían permitir considerar a una persona como viva a pesar de encontrarse en un estado de muerte encefálica. Ejemplos de este tipo de discrepancias son: la negativa de los Judíos Ortodoxos a aceptar el criterio de muerte encefálica por razones bíblicas(8), la negativa de algunos cristianos fundamentalistas por la misma razón o la implementación en Japón de un sistema dualista para la determinación de que permite la muerte (fundamentado también en razones religiosas) que permite a una persona decidir si quiere ser considerado como muerto o como vivo en el caso de encontrarse en un estado de muerte encefálica(9)(10).

Uno de los casos más llamativos –y que nos permite contemplar discrepancias de ambos tipos– es el de Jahi McMath, una niña estadounidense que murió “legalmente” dos veces. Jahi fue diagnosticada en muerte encefálica el 12 de diciembre de 2013, en un hospital de California, tras ser examinada por dos neurólogos diferentes en días consecutivos. La familia rechazó el diagnóstico, contrató un abogado y acudió a los tribunales para que un juez les autorizase trasladar a su hija de estado. A pesar de la negativa del hospital, la familia consiguió trasladarla a Nueva Jersey (donde la ley permite considerar como vivas a las personas en estado de muerte encefálica), primero a un hospital y luego a un apartamento medicalizado. Allí su condición mejoró rápidamente al ser tratada como un paciente en coma. A pesar de todo, Jahi acabó sufriendo un fallo hepático y fue declarada legalmente muerta —por segunda vez— el 22 de junio de 2018(11).

Este caso tuvo un gran impacto en la sociedad estadounidense y en la comunidad científica. Desde la perspectiva médica de la determinación de la muerte, el caso de Jahi muestra la dificultad manifiesta de la comunidad científica para elaborar un diagnóstico uniforme sobre su estado, lo cual resulta escandaloso cuando hablamos de un diagnóstico de muerte (discrepancias científicas).


Por otra parte, el caso McMath sirvió para mostrar que las discrepancias morales (en este caso religiosas) tienen gran poder en algunos sectores de la sociedad. Tanto que consiguieron imponerse a un diagnóstico y declaración de muerte (con aval judicial) y “resucitar” a Jahi para alargar su vida cinco años más.

Lo ocurrido con Jahi McMath muestra, en primer lugar, la contingencia de que una paciente pueda estar muerta o viva en función de la legislación vigente, y que pueda incluso resucitar durante el trayecto entre dos estados con distintas jurisdicciones, motivado por la oposición de unos padres a un diagnóstico cuyos criterios y pruebas ni siquiera consiguen un consenso entre los expertos(12).

En segundo lugar, el caso vuelve a poner de manifiesto que los medios de comunicación ofrecen una información confusa y ambivalente al referirse al estado de muerte encefálica y que incluso tienen dificultades para narrar de forma coherente la sucesión de hitos que se dieron en el caso de Jahi McMath. La existencia de ambigüedades legales y de discrepancias científicas y bioéticas sobre el diagnóstico de muerte encefálica, sumado a las dificultades de los medios para explicar este tipo de casos, puede crear confusión a un gran número de personas.

Por último, se cuestiona que el criterio de muerte encefálica (desde distisntas perspectivas) sea un estándar válido de muerte humana (entendida como pérdida del funcionamiento integrado del organismo como conjunto): incluso aunque el diagnóstico de Jahi McMath hubiese sido correcto, se permitió a los padres de Jahi que pusieran en cuestión el concepto médico y jurídico de la muerte, abriendo la posibilidad de que se pueda discutir un estandar científico con argumentos religiosos. Esto es, que la muerte no tenga que ser, necesariamente, algo de carácter experto.

Dado que a dia de hoy esta controversia sigue abierta y los debates siguen de actualidad, me surge la siguiente pregunta: ¿cabe algún tipo de pluralismo en la determinación de la muerte?

Gonzalo Díaz-Cobacho.

1.     Mollaret P, Goulon M. Le coma dépassé. Rev Neurol. 1959;(101):3-5. 
2.     Académie Nationale de Médecine. Les problèmes poses par les prélèvements d’organes sur un mort en survie artificielle. 1966;46-7. 
3.     Beecher HK. A Definition of Irreversible Coma. Report of the Ad Hoc Committee of the Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death. JAMA. 1968;205(6):337-40.
4.     Hastings Center Report. Defining Death: Organ Transplantation and the Fifty‐Year Legacy of the Harvard Report on Brain Death. 2018;48(S4).
5.     Veatch RM. The whole-brain-oriented concept of death: an outmoded philosophical formulation. J Thanatol. 1975;3(1):13-30.
6.     Green MB, Wikler D. Brain Death and Personal Identity. Philosophy and Public Affairs. 1980;9: 105-133.
7.     Youngner SJ. Defining death. A superficial and fragile consensus. Arch Neurol. mayo de 1992;49(5):570-2.
8.     Zeiler K. Deadly Pluralism? Why Death-Concept, Death-Definition, Death-Criterion and Death-Test Pluralism Should Be Allowed, Even Though It Creates Some Problems. Bioethics. 2009;23(8):450-9.
9.     Akabayashi A, Nakazawa E, Ozeki-Hayashi R, Tomiyama K, Mori K, Demme RA, et al. Twenty Years After Enactment of the Organ Transplant Law in Japan: Why Are There Still So Few Deceased Donors? Transplantation Proceedings. 1 de junio de 2018;50(5):1209-19.
10.     Morioka M. Reconsidering brain death: A lesson from Japan’s fifteen years of experience. The Hastings Center Report; Hastings-on-Hudson. 2001;31(4):41-6.
11.     ABC7. Jahi McMath case: Family says brain-dead girl moves on command [Internet]. Los Angeles and Southern California News. 2014. Disponible en: https://abc7.com/news/jahi-mcmath-case-family-says-brain-dead-girl-moves-on-command/336470/
12.     Shaw G. Dead in California, Alive in New Jersey Neurologists Seek Nationwide Consistency in Policies for Determining Brain Death. Neurology Today [Internet]. 9 de enero de 2020; Disponible en: https://journals.lww.com/neurotodayonline/subjects/neurocritical%20care/fulltext/2020/01090/dead_in_california,_alive_in_new_jersey_.7.aspx

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